lunes, 4 de abril de 2011

VIERNES SANTO EN LA SEMANA SANTA DE CARTAGENA

LAS LUCES DE ESTA PROCESIÓN, PARECE QUE ILUMINAN MENOS QUE NUNCA. LA ORACIÓN Y EL LUTO PRESIDEN UNA NOCHE DE RELIGIOSIDAD, ARTE, ORDEN, FLOR Y RECOGIMIENTO. 
!CRISTO ESTÁ MURIENDO ANTE NUESTROS OJOS!
Tambores del Santo Sepulcro, Marrajos

Desde los primeros tiempos del cristianismo, los fieles recurrieron a la música para solemnizar los cultos, siguiendo la tradición judaica del canto de los salmos.

San Pablo menciona “salmos, himnos y canciones espirituales”.

Al irse cristianizando las diversas comarcas occidentales se iban desarrollando diversos estilos de canto, al mezclarse con las costumbres locales.

De este modo aparecen el canto ambrosiano en Milán, el canto viejo-romano en Roma, y el canto mozárabe o visigótico en la Península Ibérica.

Salmo 112,
Laudate pueri, con la antifona a solis ortu
Iesu dulcis memoria
Misericordias Domini l
Misericordias Domini
Himno Veni, creador

Ave Maria
Ave Maria, gratia plena.
Dominus tecum,
benedicta tu in mulieribus,
et benedictus fructus ventris tui Iesus.
Sancta Maria mater Dei,
ora pro nobis peccatoribus, nunc,
et in hora mortis nostrae.
Amen.

En el Evangelio de San Juan, se relata que Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: Mujer, ahí tienes a tu hijo.

Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre.

Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Después de esto sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la escritura dice: “Tengo sed”.

Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca.

Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: Todo está cumplido. E inclinando la cabeza entregó el espíritu.

Los judíos, como era el día de la preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado -porque aquel sábado era muy solemne le rogaron a Pilatos que les quebraran las piernas y los retiraran.

Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con él.

Pero al llegar a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.

Después de esto José de Arimatea que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los Judíos, pidió a Pilatos autorización para retirar el cuerpo de Jesús.

Pilatos se lo concedió. Fue también Nicodemo con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras.

Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar.

En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado.

Allí esperó Cristo, la Resurrección anunciada.

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