Hoy si he podido y sabido sobreponerme, luchar contra el cansancio, la desidia, las molestias corporales e incluso la pereza de coger el coche y hacer unos simples pero eternos 15 kilómetros desde mi pueblo hasta llegar al centro de mi querida Cartagena.
El paso de la vida no perdona, y cada día lo tengo más claro, además, para que martirizarse ni historias, veo a los de mi quinta y no veas como están algunos, jajajaja, el que no se consuela es porque no quiere, pero vamos, que pesan los años.
Esta mañana he vuelto a asistir a la Procesión del Socorro, a ver al Santísimo Cristo y a la Virgen de la Soledad del Consuelo. No lo discuto porque es verdad que la Virgen es bonita, que transmite paz con esa fragilidad que representa, incluso con esa postura sentada con la que va en su Trono, pero… yo sigo con el romántico recuerdo “de la anterior” hay “cosas” a las que se les coge cariño y está bien manifestarlo, estén de acuerdo las mayorías o no.
En esto también se sigue la moda de lo políticamente correcto y, no se escucha una sola discrepancia o parecer distinto de los que mandan: Ley de vida o algo de eso le suelen llamar.
Al llegar a la cabeza de la procesión que se encontraba justo en lo que fue la puerta del legendario Cine Maiquez, he caminado un poco por entre los dos o tres espectadores que habían allí, y los seis u ocho fotógrafos, que con toda clase de cámaras pero réflex en su mayoría, disparaban a diestro y siniestro, he aflojado el paso y he visto o creído ver a que disparaban, que encuadraban, etc.
Ya pasado más de un día, sigo ignorando si es por que justo en ese momento estaban callados los tambores, y el silencio era casi general excepto por unos leves murmullos que entre algún grupo de alumbrantes se intercambiaban en aquella especie de parada que sería motivada para que el trono del Cristo no se quedara descolgado de la procesión.
Se incrementó el ruido al llegar al trono de la Virgen con los comentarios “normales” de los portapasos mientras se descansa.
He llegado hasta el Cristo, he dado la vuelta y me he acercado otra vez hasta la cabeza que en esos momentos comenzaba de nuevo ha redoblar sus tambores con sordina. Por cierto, que Pepe, mi amigo Pepico con el que tengo amistad desde que él sería un niño allá por 1979, sigue saliendo en la procesión y como lleva la capucha es el que me ve y saluda siempre; a mi me da mucha alegría este tipo de gestos de los amigos de siempre.
Confieso con cierto pesar, que me ha faltado encontrar la emoción que no hace tantos años entraba en mis poros tan solo con el sonido de los tambores sordos de esta procesión.
Me he rozado con los tronos, por sus dos laterales, buscando aquellas fragancias de antaño, esas que me inundaban una y otra vez de Semana Santa cartagenera, de lo mío. Emociones y sentimientos que no he tenido el don ni la suerte de encontrar ni sentir en esta ocasión. Tal vez no sea tan extraña la cosa, y la cuestión consista en algo mucho más sencillo de lo que parece, y es que cuando te despegas unos años se ven y se sienten las cosas (por muy queridas y tuyas que sean) de otra manera. Lamentablemente eso me ha pasado esta madrugada a mi… en fin, las prioridades de la vida que las va marcando ésta misma a su capricho o a las circunstancias de cada etapa.
He vuelto a ver la procesión, he estado muy cerca, y en los dos tronos aún me han saludado más portapasos “encapuchados” de los que yo creía que podían conocerme en estos tiempos en los que ya la gente joven deja de saber quien es el que se retira por una u otra causa. Ley de vida…. Además he comprobado con bastante sorpresa como familiares hace nada muy involucrados, bastantes de mis mejores amigos y conocidos de siempre ya iban “de paisano” sin participación alguna, lejanos, casi aislados. Ignoro los motivos, pero no me ha gustado y desde luego para mi no era el momento de cotillear ni una palabra sobre esto, pero además de otras opiniones, mi parecer es que esto es cansancio, no tanto por las Agrupaciones o Cofradía en si misma, sino por los hilos o bloques de poder dominantes; como en tantas ocasiones, no sería extraño que los “trajines manejen las situaciones” esto ha sido y será, en definitiva… Ley de vida.
Tanto la memoria de las personas a nivel individual, como la de los colectivos en general, es frágil y tan endeble como un castillo de arena. Nada se nos olvida más rápidamente que el recuerdo de los que estuvieron antes que nosotros llevando esa misma cruz, esa misma vara, ese mismo trono, e incluso como en mis tiempos, enfundándote la misma capucha que otros años habían llevado antes, personas bien distintas a ti con toda seguridad.
Pronto se olvida el pasado, incluso la existencia de los que han estado durante años dejándose largos jirones de vida por cumplir el casi siempre ingrato cometido de llevar la nave “de la entidad” rumbo al puerto indicado.
Yo que no he estado (o incluso mejor especificado, no queriendo estar jamás involucrado hasta ese extremo) dentro de directivas ni grupos; siempre he visto desde la distancia, los torbellinos que cada directiva y cada minoría han ido (y seguro que sigue funcionando igual) bien por unidades familiares y de amigos con sentimientos parecidos, como han ido influyendo en las actuaciones puntuales; esto también es ley de vida, siempre ha pasado, siempre pasará, y por mucho que alguno quiera discutirlo en este momento, el leve paso de unos años les hará cambiar de opinión.
Son muchos cohetes de recogida de procesión los que llevan soportados mis oídos, y digo algo más aún: en una ciudad como la nuestra con unos hijos tan poco dados a reconocer nada a alguien, a menos que no tengan la seguridad de que ellos mismos serán recompensados si es posible con “honores incluso superiores”… te dejan en el limbo del que ya no pinta nada, del que nada más se puede sacar…
Lo digo por la experiencia com¡ntemplada en mis trabajos y la presencia en cientos de actos de entregas de premios de toda clase a decenas de agrupaciones son la mejor lección.
Padres que premian a hijos, estos a sus hermanos, tíos, primos y demás familia y luego otra vez al padre cuando ellos llegan arriba, además también están el resto de los clanes que de una u otra manera los sostienen en sus cargos; por supuesto que no siempre es así ¡solo faltaba!
Pero mirad los álbumes de las Agrupaciones, haced un repaso de su historia fotográfica (en caso de que aún se siga haciendo y no se quede todo dentro de un ordenador, que acumulará fotos a miles, desde cámaras buenas o los sofisticados móviles que pululan a miles, pero la historia gráfica, esa que se le iba encargando a un fotógrafo reconocido y con afinidad en alguno de los muchos puntos en los que se puede estar de acuerdo, pero principalmente en el de la amistad “o caerle bien” al presidente o al encargado del tema (es decir: al presidente) ese resumen fácilmente visible y fácil de almacenar en sus fotos de actos o detalles claves, pese a quien pese es la que está en papel, por años y en la estantería correspondiente.
Para retomar el tema de la Procesión del Socorro, tengo que decir que a malas penas he realizado un par de docenas de fotos, lo que en estos tiempos significa ha “no hacer nada” pero al parecer, algo me ha rozado o caído en los ojos, cada minuto que pasaba ha ido a peor y no ha parado de llorarme y cada vez más (y os aseguro que no era de emoción desgraciadamente) con lo que me he tenido que parar, guardar la cámara y eso si… tener la suerte de estar hablando un par de maravillosas horas con una buena amiga, y después con una pareja muy querida para mi, un matrimonio de entrañables amigos de los que da gusto tropezarse en la vida. Esto ha sido lo mejor de esta madrugada.
Lo que me ha llamado escandalosamente la atención, ha sido la escasa presencia de gente a la altura de La Caridad y en la recogida (y me refiero a muchos, muchos menos espectadores) cosa que tal vez el que sigue acudiendo todos los años no se percata tanto como los que hace unos cuantos años que no hemos estado presentes; para mi ha sido una desagradable sorpresa y motivo de preocupación, a este ritmo, es como volver a los inicios de la procesión donde íbamos 80 personas bien despachadas. he visto alguna foto abarrotada de gente "en la bajada y paso por el Bar Sol, pero claro, solo faltaba que en esos momentos también se notara la falta de gente, entonces es que ya si que estabamos en los últimos años de la cosa.
Los que mandan hoy, sabrán que es lo que está pasando, y si en otros años se cambiaron horarios para evitar la masificación y líos, pues habrá que pensar con valentía que es lo que hay que hacer en estos años presentes y futuros de claro alejamiento de las tradiciones. Todo el mundo tiene ojos y conocimiento, y con solo despegar un poco el vuelo desde el nido para ver el bosque un poco más en perspectiva, tal vez realizar algún tipo de cambio general que no haga posible la extinción.
Los tiempos cambian, las personas cambiamos y la misma vida nos va envolviendo en su invisible funda de plástico que a veces preserva de todo y a veces atenaza tanto que termina por hacernos prisioneros de nuestras actitudes o falta de ellas.
Seguro que los que están en cada momento quieren hacer lo mejor en cada momento de su mandato y, superar con hechos y acciones a los que estuvieron anteriormente, pero solo con deseos, por buenos que estos sean, no se soluciona nada: acción, apertura de corazones y mente, prestarse a escuchar, a oír, a estudiar en cada momento que es lo mejor y cambiar poco a poco (en caso de que haya que hacerlo) pero no dejar agonizar lo que uno se ha comprometido a guiar, liderar, dirigir, si, yo lo se perfectamente y lo entiendo con la generosidad imprescindible y mi creencia en la buena voluntad de las personas… pero esto no basta ni sirve por si solo para resolver nada.
También es Ley de vida según yo lo veo, aunque creo, que es un ley de vida bastante cartagenera, demasiado y experiencias hay a cientos de que no siempre somos generosos en dejarnos guiar por otros, no vaya a ser que le den más medallas que a uno mismo; sería una cosa que no nos perdonaríamos nunca.
Cartagena, querida Cartagena…
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